La chica que tenía el corazón guardado en la espalda

- ¿Quieres dejar de hacer fotos? ¡Van a atropellarnos! - dijo Howard algo cansado. Se habían pasado la tarde dando vueltas por la ciudad, buscando ese no se qué mágico que buscaba ella. En realidad no le importaba porque cualquier momento que pasara a su lado bastaba para hacerle soñar. Ella era tan única, tan sensible, simpática, ella sí que era pura magia. Pero la chica que tenía el corazón guardado en la espalda parecía no darse cuenta de ello. Vivía en otro mundo, en la burbujita que ella sola se había fabricado a base de sueños y que había forrado con sus fotos. Intentaba captar momentos felices de la realidad para olvidarse de aquellos que le habían hecho tanto daño.

- Howard, tranquilo, no van a atropellarnos, cálmate que ya casi lo he encontrado. - dijo sonriente. Esa sonrisa podía conmigo, la acompañaría hasta el centro de la tierra.

Seguimos caminando bajo la luz de las farolas unos minutos, hasta que de repente se paró en seco y abrió mucho los ojos. Conocía esa mirada. Sabía lo que significaba. Era el final de nuestro día juntos. Lentamente sacó su cámara del bolso y con mucho sigilo comenzó a tomar fotos de aquello que tanto tiempo había estado buscando.

De repente, pude notar como se ponía muy tensa. Lo supe en seguida porque sus hombros se encogieron bajo ese abrigo negro. Lo que no me esperaba oir después fue el sonido de su cámara chocando contra el suelo. Me quedé mirándola atónito, incluso se me quedó la boca abierta, pero ella fue más rápida y hechó a correr con todas sus fuerzas. 

No la seguí. Había pasado algo superior a mí, de esas cosas que le pasaban de vez en cuando y que yo había aprendido a ignorar, solo que nunca se había desprendido conscientemente de su cámara.

Me agaché y recogí uno a uno los pedazos esparcidos por el suelo. Decidí guardarlos y esperar a que la chica que tenía el corazón guardado en la espalda viniera a reclamarlos.