No es otra historia de princesas II

Por fin es el momento perfecto. Esta noche hay una gran fiesta y no va a haber nadie preocupándose en ella.

La pequeña Eileen y su pececito de colores han estado abrazaditos toda la tarde. ‘Ahora es el momento, pequeño pececito’ le dice mientras le mece en sus brazos. Después coge su palito terminado en estrella y en el momento de las carcasas pincha su burbujita.

Inmediatamente después comenzó a descender más y más lento, notaba que caía porque su pelo estaba hacia arriba, y su vestido se le estaba subiendo. Intentó buscar a ciegas a su pececito de colores, pero por más que palpaba con su blanca manita no lograba encontrarle.

Miró arriba y por un instante vio a muchos hombres más grandes que ella mirándola y negando con la cabeza. Algunos ponían cara de pena y otros se limitaban a verla descender quién sabe dónde. Ella pensó que de esa forma intentaban que volviera con ellos y dejó de mirar.

Nadie sabe cuánto tiempo estuvo cayendo y cayendo Eileen. Ella tenía los ojos cerrados y esperaba que de un momento a otro encontrara un trocito donde pararse y descansar, y es que eso de caer y caer al final cansaba. Por fin, cuando ya pensaba en volver a nadar hacia arriba Eileen se dio el golpe más fuerte que se ha dado nunca alguien. Notó que se partía en mil pedazos y una sensación de malestar le penetró en el cuerpo. ‘Así que esto debe ser el dolor del que tanto hablan, pues vaya si se quedan cortos’ pensó haciendo una mueca.

Pero no importaba. Lo realmente importante, lo verdaderamente impresionante era que había llegado, pero ¿dónde había llegado exactamente?