El resto de la semana ocurre como de costumbre. Duerme de día, baja al bar de noche, se alimenta de cacahuetes y de sushi y baila como si de ello dependiera su vida.
El lunes siguiente se encuentra un poco fatigada. Ese día pasa la noche con dos hombres.
El martes le duelen las ingles. Ese día sólo se emborracha.
El miércoles le duele la cabeza. Decide que sólo fumará unos cuantos porros en casa de su camello.
El jueves no se puede mover de la cama.
El viernes decide ir al hospital.
Cuando llega a casa, después de un día entero haciéndose pruebas se mete en la cama y duerme. Martha duerme y sus sueños son horribles. Sueña con noches llenas de oscuridad y sábanas sucias. Sueña con pastillas, miles de pastillas la envuelven entera y no puede librarse de ellas. Sueña con locuras, bailes en la barra del bar, manos tocándola imposibles de zafar. Y Martha despierta sobresaltada. No sabe qué hora es, las persianas están bajadas.
Entra en su baño y se mira al espejo. Ver su reflejo es como ver una foto de un desconocido.
Su cara es escuálida y sus ojos carecen de vida. Su pelo es horrible, amarillo de tanta decoloración. Pero así es ella, decolorada.
Mira el reloj y se da cuenta que son las doce de la mañana. Decide que ya es hora de desempolvar la tarjeta de crédito. Se da una ducha, desentierra unos vaqueros y una camiseta blanca y sale a la calle.
Martha ya ha tomado una decisión.
El lunes siguiente se encuentra un poco fatigada. Ese día pasa la noche con dos hombres.
El martes le duelen las ingles. Ese día sólo se emborracha.
El miércoles le duele la cabeza. Decide que sólo fumará unos cuantos porros en casa de su camello.
El jueves no se puede mover de la cama.
El viernes decide ir al hospital.
Cuando llega a casa, después de un día entero haciéndose pruebas se mete en la cama y duerme. Martha duerme y sus sueños son horribles. Sueña con noches llenas de oscuridad y sábanas sucias. Sueña con pastillas, miles de pastillas la envuelven entera y no puede librarse de ellas. Sueña con locuras, bailes en la barra del bar, manos tocándola imposibles de zafar. Y Martha despierta sobresaltada. No sabe qué hora es, las persianas están bajadas.
Entra en su baño y se mira al espejo. Ver su reflejo es como ver una foto de un desconocido.
Su cara es escuálida y sus ojos carecen de vida. Su pelo es horrible, amarillo de tanta decoloración. Pero así es ella, decolorada.
Mira el reloj y se da cuenta que son las doce de la mañana. Decide que ya es hora de desempolvar la tarjeta de crédito. Se da una ducha, desentierra unos vaqueros y una camiseta blanca y sale a la calle.
Martha ya ha tomado una decisión.
MUY LINDA HISTORIA ♥
ResponderEliminarhola guapisima..mencantan tus historias..y relatos
ResponderEliminarun beso
espero continuación!
ResponderEliminarMartha tiene algo que me gusta...pero debe vivir un poco más sano o durará dos telediarios:)